No agradan en Moncloa las admoniciones de Montoro contra Podemos. Y así se le ha hecho llegar. El ministro de Hacienda va un paso más allá de la aséptica profesionalidad que se reclama a su departamento. Una estrategia desacertada por contraproducente.
No es adecuado que el titular de la Hacienda Pública airee los pasos de su departamento, o recrimine casi personalmente a quienes incumplen con sus deberes fiscales. Cristóbal Montoro habló el lunes sobe el irregular uso de sociedades tapadera por parte de Pablo Iglesias para aligerar sus compromisos fiscales y anunció que "la Agencia Tributaria actúa de oficio" sobre el particular. Y, en efecto, está actuando. Desde antes de Navidad, según algunas fuentes. Pero no es necesario proclamarlo a los cuatro vientos, ni siquiera como advertencia general, de acuerdo con algunas versiones del Ejecutivo.
Cumplir con los españoles
El presunto uso fraudulento de empresas artificiales para camuflar parte de sus ingresos personales por parte del líder de Podemos o la súbita aparición de fondos importantes en las cuentas de Juan Carlos Monedero, que raudamente regularizó mediante una declaración paralela, han sido objeto de comentarios por parte del titular de Hacienda. En un acto partidista en Sevilla, Montoro animó a Iglesias a que tanto él como la gente de su equipo se pongan al día en sus relaciones con el Fisco, dando por hecho, cabe suponer, que no lo han hecho hasta el momento. "El señor Iglesias se explica muy bien en público, pero si baja el tono de voz y presenta las liquidaciones de todos los miembros de su partido, está cumpliendo con todos los españoles", dijo en su intervención.
En Moncloa consideran que estos excesos verbales de su ministro de oratoria más impredecible actúan en su contra, ya que se pone en cuestión la profesionalidad escrupulosa de su departamento. Inspectores fiscales han puesto el grito en el cielo. El propio Iglesias, desde Estrasburgo, hablaba de que Montoro actúa como 'agente electoral del PP'. También ayer el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, se refirió a que Monedero "lleva sin pagar impuestos toda la vida". ¿Y cómo lo sabe?
Malestar en las bases
No es el Gobierno quien ha de intervenir en declaraciones públicas en este asunto, que ha caído sobre la formación de Iglesias como un obús. Sus prédicas sobre la transparencia y contra la corrupción han quedado en evidencia. Incluso hay malestar en sus bases. Hay militantes de Podemos que reclaman abiertamente la expulsión de Monedero, quien se niega a mostrar sus facturas, recibos, declaración de propiedades o de su IRPF. Todo lo que reprochaban a la 'casta' se ha convertido casi en su norma de conducta.
Pero no es el titular de Hacienda quien tiene que retransmitir los pasos del organismo tributario sobre este asunto. O quien ha de abalanzarse contra los usos irregulares de los contribuyentes, dirijan o no una formación política. Esa es una labor que ha de quedar en manos del partido. Así lo está haciendo Rafael Hernando, su portavoz en el Congreso, quien el martes esgrimía unas bromas no demasiado afortunadas sobre 'la espesura' de la coleta de Iglesias, tras la que se ocultan determinadas trapacerías fiscales. O Pablo Casado, el responsable de comunicación de la campaña del PP, quien también puso el dedo en la llaga venezolana de Podemos.
Los parlamentos de Montoro contra Iglesias resultan inconvenientes ya que transmiten la idea de que Hacienda funciona en favor de unos determinados intereses. O, al menos, esas invectivas dan munición a quienes se pretende dejar en mal lugar, expuestos al escarnio público. Desde Moncloa se le ha hecho llegar que debería modificar su estrategia, o matizarla. Está muy bien que recuerde los éxitos de su departamento en la lucha contra el fraude fiscal y hasta que anuncie, como hizo el martes en el Senado, actuaciones contra el HSBC por posible fraude fiscal al acoger los dineros opacos desvelados ahora en la lista de Falciani. El titular de Hacienda ha tomado nota de los consejos monclovitas y en la tarde del martes se desenvolvió con enorme prudencia en su comparecencia parlamentaria.
Génova tiene que usar un discurso agresivo y potente, como lo está haciendo, pero el Ejecutivo no debe enlodarse en según qué batallas, que a la larga se pueden volver en su contra.
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