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Los exámenes de honradez ideados por Esperanza Aguirre para los candidatos a alcalde tras la operación Púnica tenían truco, ya que estaban ensayados de antemano. Esta suerte de amaño se realizó horas o días antes de la prueba oficial y en ella se filtraron a los entrevistados las preguntas que les iban a realizar. La presidenta del PP de Madrid no quería fallos cuando los medios estuvieran delante y por eso pidió a los candidatos que explicaran «todo clarito».
Los ensayos fueron reconocidos a este periódico tanto por los examinados de Villalba y Valdemoro, Mariola Vargas y David Conde, respectivamente, como por el edil Fernando Martínez Vidal, hombre de confianza de Aguirre que participó en los ensayos. El organizador de estos exámenes previos, que se celebraron en la propia sede de Génova, fue Jorge Rábago, uno de los implicados en el uso de 'tarjetas black' y también responsable de telegenia del PP.
La primera prueba, la de Vargas, ya nombrada alcaldesa de Villalba, se celebró el miércoles con una gran expectación mediática, pero se había preparado el día antes durante tres horas. La regidora primero negó haber preparado nada a este diario, aunque luego confesó la verdad, tras saber que Martínez Vidal sí había confirmado los ensayos.
El candidato y ya alcalde de Valdemoro, David Conde, estuvo tan nervioso durante su ensayo del miércoles que el jueves, antes del examen público, quedaron de nuevo con él «para repasar». Una de la preguntas más conflictivas era explicar por qué el que fuera número 2 de Aguirre, consejero de Presidencia, ex alcalde de Valdemoro y presidente del PP de la localidad, Francisco Granados (en la cárcel por la operación Púnica), había asistido a su boda. «Yo no estoy acostumbrado a hablar así en público, con los medios de comunicación presentes, y en el ensayo me dieron consejos», reconoce Conde a este periódico.
En la organización de estos ensayos participaron dos hombres de la máxima confianza de Aguirre y el responsable de telegenia, aunque la propia presidenta de los populares también se pasó por el despacho de Génova para comprobar que todo marchaba como quería. «Antes de entrar, Aguirre me dijo que tenía que decir la verdad», afirma el alcalde de Valdemoro, que admite que en esos ensayos ya le preguntaron «si tenía dinero en Suiza o cuál era mi patrimonio». Cuestiones que le preguntarían al día siguiente.
El vicesecretario del PP de Madrid y ex alcalde de Alcalá, Bartolomé González; el citado Martínez Vidal, y Rábago, fueron los encargados de preparar a los candidatos, a los que se les adelantaron las preguntas y coordinaron con ellos la forma de las respuestas.
«No se trata de un amaño. Es normal que haya una preparación. Les presentábamos los temas que iban a salir y ellos nos contestaban. Conforme a ello, se iban haciendo las cuestiones», precisa Martínez Vidal, quien explica que «hay que tener en cuenta» que se trata de «personas que no están acostumbradas» a protagonizar «este tipo de eventos».
El PP de Madrid y Esperanza Aguirre tenían muy claro lo que se jugaban en el envite del examen a sus candidatos de los municipios salpicados por la operación Púnica. Los aspirantes estuvieron con sus preparadores el día antes del examen en un despacho. La primera en intervenir era la entonces candidata de Collado Villalba, Mariola Vargas. «Estuvimos con ella tres horas por la tarde», precisa Martínez Vidal.
Este viernes Vargas ocultó el amaño, en un primer momento, a este diario: «Apenas estuvimos 10 minutos antes en la misma sala, preparando el sonido y la imagen, aunque sí me hicieron ya la pregunta de si tenía dinero en Suiza, y ya me sonó rara. También esa de si tenía antecedentes penales...». Sin embargo, después de admitir los hechos Martínez Vidal, no pudo ocultarlo: «Pero... Tengo que hablar con Fernando, estoy pasmada... Es cierto que estuvimos en un despacho, y que se trataron los temas, se habló de ellos y de... Pero como temas nada más», dijo, visiblemente nerviosa: «Es verdad que estuvimos en Génova, pero... ¿Os ha dicho todo eso Fernando? Tengo que hablar con él».
Vargas admitió también la presencia en los preparativos de Bartolomé González y del propio Martínez Vidal, que según fuentes de Génova hacía el papel de poli malo en esta especie de ensayo general que pretendía mostrar a unos políticos limpios de polvo y paja.
La prueba pública, que estrenaba esta fórmula, se hizo al día siguiente. Martínez Vidal y Bartolomé González participaron junto con la viceconsejera de Empleo, Eugenia Carballedo, que era la encargada de presidir el comité de evaluación. Asimismo, también hicieron de examinadores la ex presidenta del PP de la localidad y tres veces candidata, Carmen Rodríguez, y el presidente de NNGG del municipio, Adan Martínez.
Todo se cuidó al mínimo detalle para que la propuesta de Aguirre saliese lo mejor posible. El evento tuvo lugar en la sede nacional de los conservadores, en la calle Génova, en la primera planta, que es el espacio que ocupa la división regional. La sala de prensa estaba perfectamente iluminada. A un lado del escenario se dispuso la candidata y al otro los evaluadores.
Por espacio de 50 minutos Vargas se sometió a las preguntas de sus compañeros y a las de la prensa que, previamente, habían sido filtradas. Los informadores no pudieron preguntar directamente. Tuvieron que escribir las cuestiones en unas hojas. Un miembro del Comité Ejecutivo regional explicó que se debía a que «no se fiaban» de cómo podía salir la entrevista al candidato de Valdemoro. «No puedes dejarlo directamente ante los medios. Lo destrozan», precisaba.
Ése mismo miércoles, Martínez Vidal y González se reunieron en un despacho con el aspirante de Valdemoro, edil de Medio Ambiente y que iba como número 12 en la lista, David Conde. «El encuentro, la preparación que mantuvimos, fue más breve que con Vargas», precisa Martínez Vidal. Rábago no tuvo una presencia constante en el despacho en las dos preparatorias. Iba y venía sin una periodicidad muy determinada.
En el caso de Conde, los dirigentes del PP de Madrid tuvieron una sesión doble con él, ya que «se le veía muy nervioso», explicaron. La primera fue el miércoles, y hubo otra el jueves. El mismo día de su prueba mantuvo otro encuentro «a las 15.30 horas», aclara Martínez Vidal. «Durante la preparación llegó a presentarse Esperanza [Aguirre] y le dijo: 'Tú dilo todo, todo, pero clarito'», asegura el edil. Y es que el objetivo era trasladar la imagen de transparencia y honestidad, y que si no había nada que ocultar que se manifestase todo «de la forma más sencilla y natural posible».
El espinoso tema de la boda lo resolvieron diciendo que se había invitado a todos los concejales. El otro asunto era el de los contratos de Cofely -empresa de gestión energética que se ha visto envuelta en la operación anticorrupción-, y la implicación que tuvo él con la entidad. Y es que, como edil de Medio Ambiente, el asunto era responsabilidad suya. Conde aseguró que no había firmado nada, que lo hizo Alcaldía.
En el caso de Conde sí se pudieron apreciar o evidenciar de forma más clara que había preguntas o contestaciones tipo, preparadas y con cierta literalidad. Hay que dejar claro que ninguna de las fuentes informantes señaló que los encuentros preparatorios consistieran en un estadillo cerrado de preguntas, con sus respuestas tipo que el candidato tenía que memorizar. «Se trataba más de plantear cuestiones por temas y en los asuntos en los que había más dificultad, clarificarlo», precisa Martínez Vidal.
«Fue más un ensayo de forma que de fondo», matiza el alcalde de Valdemoro: «cómo no hacer gestos extraños, cómo sentarme y cómo estar delante de la cámara». «Me decían que dijera la verdad, que no me pusiera nervioso; la verdad es que aunque estuviera en la sede de mi partido, que jugaba en casa, con toda esa expectación mediática, el examen fue durillo...».
La idea de la prueba, examen o test de honestidad que Esperanza Aguirre ha puesto sobre la mesa para vender transparencia proviene de una práctica que se realiza en Estados Unidos y se denomina hearing. La iniciativa ha tenido una acogida dispar, tirando a mala en el PP de Madrid. El pasado jueves, en los pasillos de la Asamblea, los diputados conservadores no tenían ningún reparo en bromear con el asunto, tratando la cuestión como si hubiese sido una ocurrencia.
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