Qué es el 'abismo fiscal' y qué consecuencias puede acarrear en lo venidero
Leemos estos días contínuas referencias en la prensa al precipicio fiscal de Estados Unidos. Que el presidente Barack Obama ha tenido que interrumpir sus vacaciones para atender de urgencia a las negociaciones para evitarlo; que la mayoría republicana en el Congreso no consigue unificar posturas para presentarle a la Casa Blanca una contrapropuesta con opciones de salir adelante; que representa una grave amenaza para la economía del planeta… Pero, ¿en qué consiste realmente el denominado fiscal cliff? A continuación, una explicación necesaria.
El precipicio fiscal es, resumido en un solo párrafo, una combinación de recortes de gastos y subidas de impuestos, por 600.000 millones de dólares, que entrarán en vigor el 1 de enero de 2013 si nadie lo evita, y que pueden hundir a Estados Unidos (y a la economía mundial) en una profunda recesión el año que viene.
Estados Unidos tiene un problema de deuda pública importante, ya que ésta alcanza los 12 billones de dólares, en torno al 80% de su PIB (porcentajes similares a los de la deuda pública de España, que ronda los 800.000 millones de euros). La diferencia entre aquel país y el nuestro es que el primero es la principal economía del mundo y ha tenido acceso ilimitado a los mercados de capitales para financiar esa deuda a precios irrisorios. Mientras, España tiene un tamaño medio y está viendo estrangulado su acceso a los mercados; por eso está a un paso del rescate (pero esa es otra historia).
Lo relevante aquí no es la deuda de Estados Unidos, sino su trayectoria explosiva. Hace cuatro años, estaba cuantificada en menos de la mitad: cinco billones de dólares. Las previsiones de la Oficina de Control Presupuestario del Congreso (independiente, similar a la que Rajoy quiere establecer en nuestro país) apuntan a que si no cambia el recorrido, en diez años la deuda estadounidense puede sobrepasar el 100% del PIB, cota a partir del cual dejaría de ser sostenible, y que constituiría un nivel no visto desde la II Guerra Mundial.
Pasos dados hasta la fecha
Para atajar esta situación, en 2011, el Legislativo americano hizo dos cosas: por una parte, estableció la creación de una subcomisión que diseñara un plan de consolidación fiscal a largo plazo. Este órgano, integrado por miembros de ambos partidos, presentó un plan a la Casa Blanca y a las dos Cámaras, que sirvió de base para las negociaciones entre Obama y el líder de la mayoria republicana, John Boehner, que se rompieron en verano del año pasado y motivaron la rebaja del rating por parte de Standard & Poor's.
Una segunda medida fue aprobar la Budget Control Act, una ley que establece que si el 1 de enero de 2013 no ha sido acordado un plan de consolidación fiscal para los próximos años, de forma automática el presupuesto federal queda "secuestrado" en una parte sustancial de sus gastos, de aquí al año 2021.
Ocurre que el 1 de enero de 2013 es también la fecha en que expiran los recortes de impuestos para las clases media y alta del país, aprobados en su día por George W. Bush y renovados por Obama en su primer mandato.
Ambos factores, combinados, constituyen la mayor subida instantánea de los impuestos experimentada nunca por ningún país, y que podría ascender, de golpe, a unos 600.000 millones de dólares, el equivalente al 5% del PIB de Estados Unidos. De otra manera, supondría una reducción automática de la renta per capita de 2.000 dólares para cada estadounidense.
Una auténtica cura de caballo a los problemas de endeudamiento que sufre el país y que, según los pronósticos de los expertos, podría enviar a la economía norteamericana hacia una profunda recesión, similar a la experimentada en 2009.
Las previsiones apuntan a una pérdida de un millón de puestos de trabajo entre 2013 y 2014 y a una contracción del PIB cercana al 3% sólo entre enero y junio del año que viene. Además, podría afectar de manera dramática a Wall Street. Las consecuencias de este hundimiento lógicamente serían sentidas a lo largo y ancho de todo el planeta.
Una bomba de relojería de tal calibre que el G-20, en su reunión del pasado noviembre en México, colocó el precipicio fiscal de Estados Unidos como el peligro potencialmente más devastador para la economía mundial, por delante de la crisis de la eurozona.
Las salidas posibles
Y entonces, ¿qué hacer? Aquí es donde surgen las disputas, porque cada uno lo ve según su prisma ideológico. Están, por un lado, los que, como Krugman, opinan que esto es una aberración, y que, tal como ha establecido el FMI recientemente, la austeridad a ultranza no ayuda a mejorar la situación de las finanzas públicas de un país, si no viene acompañada de crecimiento. Añaden que un hundimiento de la economía de Estados Unidos a corto plazo en nada va a mejorar la perspectiva a largo plazo de la deuda del país.
Otros, en cambio, consideran que el precipicio fiscal es un mal menor. Un pequeño precio a pagar en 2013, si no se quiere que dentro de 10 años la situación de la economía del país se convierta en verdaderamente insostenible y termine desplomándose.
Ponen como ejemplo al icono económico de los republicanos, Ronald Reagan, que acabó, según sus defensores, con los problemas económicos de los setenta a través de bajadas de impuestos que generaron crecimiento. Los hay que, sin embargo, acusan a Reagan de haber sentado las bases de los actuales problemas fiscales, al ser el primer presidente norteamericano que convirtió a Estados Unidos en un país deudor a escala internacional.
La solución probablemente se encuentre en algún punto entre medias de ambas posturas. Pero una cosa es decirlo y otra alcanzar ese espacio de encuentro. De forma que Obama y la mayoría republicana en el Capitolio tienen entre manos una tarea hercúlea de negociaciones a contrarreloj, para decidir sobre uno de los desafíos más importantes a que se enfrenta el país en años.
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